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Se me fue la vida Mientras estaba imaginándola. Y hoy, solo tengo ganas de sentarme a llorar.
He navegado por mares de locura y soledad, te he encontrado una y diez veces más. Tus ojos, siempre tus ojos haciendo palpitar mi corazón. Y siempre alejándote de mi después de un tiempo, hundiéndome de nuevo en esta soledad. Y aquí sigo, soñando con el día del reencuentro porque sigo creyendo que nuestro amor es la fuerza que necesito para vivir. Si vienes, entregaré mi alma dispuesta a amarte. Si vienes, seré constante hasta que ya no quieras huir.
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Mientras que esa dicha se diluye en aquellos que no son capaces de asumir esa sensación, en aquellos que no lo valoran, en aquellos que saben ocupar otra mente y no admiten que el otro sigue presente en la suya.
No hay dicha en la desdicha.