~ Un Vacío Irrecuperable

 Papá falleció después de 9 meses de albergar en su cuerpo un cáncer incurable. Yo, tranquila al respecto, siempre tuve la certeza de que al morir, el podría finalmente descansar en paz, olvidarse del dolor físico y mental que tanto le atormentaban. Sin embargo, ese ser humano cuya luz se extinguía poco a poco no dejaba de ser mi papá, mi héroe, el máximo hombre de mi vida y la tristeza y el dolor no podían dejar de calar mi alma.

La noche anterior a su muerte la pasé viajando en un autobús camino a casa, sola, sin más compañía que el inmenso dolor que habitaba en mi corazón esa noche. Sola únicamente acompañada de las lágrimas que no me abandonaban esa noche. Nunca había llorado tanto en mi vida. Nunca me había dolido el corazón, nunca, nunca así, que te cala el dolor y la tristeza, la agonía te lastima más allá de tus propios huesos. 

Las lágrimas no cesaban de derramarse de mis ojos, esos ojos que miraban hacia la nada, esos ojos que miraban todo a través de la ventana, esos ojos que solo veían oscuridad, esos ojos que sabían que mi padre a la mañana siguiente, tan sólo diez minutos después de saber que yo había llegado a su lado, habría de morir.

Esa fue la primera vez que experimenté el vacío en mi vida.  

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