Diario de Melancolía

Qué horrible sensación esa de saber que estoy haciendo mal y de seguir haciéndolo. Supongo asi es como se siente un drogadicto o un alcohólico, al recaer una y otra vez más en su vicio. Ese que tanto daño les hace pero que tanto disfrutan probar. Asi eres, mi vicio. Si es que te tengo que llamar de alguna forma el dia de hoy. Fuiste tanto para mi en otro tiempo, fuiste todo y ahora eres nada. Lo fui todo para ti, quiero pensar que asi fue alguna vez, y sin embargo, ahora soy nada. Quizá solo tu vicio también. Cuento los minutos para volver a verte. Para volver a tenerte entre mis brazos, para mirarte y acariciarte y sonreirte y sentir que el mundo se desvanece lentamente bajo mis pies cuando acaricio tu cabello. Sentir como nuestras vidas tan distantes giran a mi alrededor desvaneciéndose, dejándonos solos a nosotros dos. Sin que nada más importe, sin que nada mas exista. Cuento los segundos que habrás de estar a mi lado, casi me dedico a hacer una bitácora detallada para halla...

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una  nariz  que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible - no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa. ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma! Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus  compras , sus quehacer...

Tienes que salirte de mi mente! Pronto. Tienes que dejar de aparecerte por las noches, en mis sueños, provocarme esa felicidad que me regalas cuando duermo. Por favor ya no me tortures más con tu cuerpo, al lado mio, cálido, cercano, agitado. Tienes que dejar de sonreírme de esa forma que todavía, ¡todavía!, me hace enloquecer. Tienes que desaparecer de mis sueños. Me alteras. Mis noches se hacen cortas cuando estás aquí y quisiera ya nunca despertar a la realidad. El dia se hace trágico cuando abro los ojos y descubro que todo no era más que una fantasía. La sonrisa, maliciosa, perversa, perfecta, permanece en mi rostro todo el dia pensando en ti. De nuevo pensando en ti en todo momento... ¿te das cuenta? Te exijo que salgas de mi mente. Tienes que dejar de aparecerte en mis sueños.

Me gusta encontrarte, de nuevo, con tu sonrisa que ilumina mi Universo. Encontrarte tan mío como siempre lo has sido. Escucharte y saber, con esa seguridad que el corazón sabe dar, que a pesar de la distancia, nunca te irás.

¿Cuántas veces te dije Te Quiero? No fue una, ni cien, segura estoy que más de mil. Te quería al amanecer y al acostarnos. Te quería en cada sueño, te quería en cada mirada color esmeralda. Te quería y cada vez que te quería, te decía que te quería. Y cada te quiero, siempre era un Te Amo.

Algo había en tus ojos que me decían que no era yo la única persona triste aquélla noche. Como siempre, tus palabras me guiaban hacia otro lado. Hacia aquél lado en el que no nos permitimos sentir. Como siempre, mis actitudes ante ti se presentaban con aquélla coraza, tan mia, esa coraza que me acompaña desde hace tiempo, la que me pongo cuando comienzo a sentir. Esa noche, esta noche que nos tocó decirnos adiós, adiós para siempre quizá, tus ojos reflejaban todo lo que me quisiste decir algún dia y nunca te atreviste. Esta noche, mis ojos gritaban la tristeza que me daba decirte adiós. Una vez más.

En un día nublado volví a pensar en ti. En nuestras vidas que han cambiado tanto. En nuestros caminos que se han construido en direcciones opuestas. En nuestros momentos que han dejado de ser eso, nuestros. Al final, pensando en como, sin querer, la vida no se convence de alejarnos totalmente. Sigues ahí, lejos pero ahí. Aquí. Y en el fondo, (probablemente), sé que también sigo allí.