Y de repente, pensé que todo esto,
es posible,
se trate de una enfermedad. Terrible.
De esas que se curan con terapia
o medicamentos.
Y mi alma se niega a aceptarlo.
Y mi cerebro me dice que es tiempo de
atender este mal.
¿Qué culpa tengo yo de no poder sentir
lo que el resto del mundo siente?
¿Cuándo cometí el error?
Y entonces,
me quedo en absoluto silencio, total calma.
Y escucho como esa cosa que vive dentro de mi
lanza un grito desesperado de auxilio.
Y mis ojos se sienten a punto
de explotar en lágrimas, sollozos, llantos,
desesperación....
Y no pasa nada.
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