Diario de Melancolía

Cerré los ojos allí en medio de la multitud y le pedí al agua salada me borrara todas las memorias tristes de mis días felices. Sumergí mi cuerpo y vencí el miedo a estar en la profundidad del mar solo para rogarle que se llevara tu recuerdo de mi mente. Quiero olvidarte en mi cabeza y quería borrarte de mi corazón.  Y algo mágico sucedió.  

MUJER JUNIO Miguel Cane La mujer junio es incierta, se mueve entre la pregunta y la respuesta,  entre el final de una canción y el comienzo de la otra. A veces dispara su calor y otras tantas hace frío,  puede sorprenderte con su altanería o ser tan tímida como un beso en la mejilla; ella es capaz de ponerte  la miel en los labios pero también de quitártela en un instante. La mujer junio  es tan difícil de escribir como un poema, quiero decir, ella pasa con la rapidez de los cometas y, al mismo tiempo, fluye con la lentitud de una caricia.  Es tan escurridiza  como un pájaro que vuela entre ciudades,  tan ligera como el aire  atrapado en un suspiro; cuando quieres darte cuenta ella ya se ha cobrado la sentencia. La mujer junio  es la antesala de los viajes por la costa,  la vida que nace en las terrazas,  la primera ducha fría, es el deseo de volver a casa para encontrar todo aquello que hay en los recuerdos. Ella es tan poética...

Cierro la puerta y pongo el candado.  Me he acostumbrado a correr las cortinas siempre.  Me aterra sentirme observada desde fuera.  Esto es lo único que me has dejado, el miedo de que alguien invada mi espacio y yo ni cuenta me dé. Vulnerable sin poderme defender.  Me da miedo abrir la puerta y encontrar restos de ti. Me da miedo encontrar otro puñado de palabras escritos con frialdad y deshonestidad dirigidos a destruir mis sueños, mis dias, mi vida.  Prisionera en mi propio hogar. Secuestrada por mis absurdos sentimientos. Presa de la maldad y cobardía de un hombre sin corazón.   Cierro la puerta y cierro mi vida.  Clausuro mi corazón.  Sepulto la magia de mis sentimientos. Se ha muerto todo en mi. 

Decía El Gabo, Garcia Márquez, "Todo se reduce a la última persona en la que piensas por las noches. Ahí es donde está tu corazón". Y lo aprendí.  Finalmente aprendí a cada noche pensar solo en mi. 

 Soñé un día con la vida que veo en los demás suceder. Soñé que un momento nos alcanzaría, de felicidad,  de plenitud. Soñé que dos se convertirían en tres y que seríamos felices con eso. Soñé que caminariamos tomados de la mano por escenarios que juntos imaginamos recorrer. Soñé con noches rodeados de amigos y sonrisas sin parar. Copas de vino consumir. Risas al pasar. Soñé con peleas y discusiones terminando con un abrazo y quizá mucho más. Soñé que nos amábamos sin parar. Soñé contigo y conmigo sin más.  Soñé sin querer despertar. Soñé y de repente me hiciste despertar, tu, sin reparar.  Soñé para darme cuenta que los sueños... sueños son. 

Te extraño. Igual o quizá aún más  que el primer día que te fuiste. Te extraño, que si tuviera que juntar todas las veces que he pensado en ti,  tendría un cielo estrellado solo para nosotros dos. Te extraño y me enojo de imaginar que tu no lo hagas igual. Te extraño y me entero de tu trabajo, tus amigos, de tu gente. Y me entero y me enojo y grito  Y te vuelvo a extrañar maldita sea. Porque algo dentro de mi susurra a mis oídos  que tu me extrañas también.  Que me piensas igual.  Que me celas igual. Y entonces, Te extraño un poco más.